Una historia de peso equilibrado
Por admin el 08 Abr, 2011 con Comentarios 0
La génesis de la mochila alcanza los lejanos días del hombre primitivo. Rudimentarias bolsas de piel, cosidas con tripas de animales y atadas a la espalda, servían en la prehistoria para transportar los utensilios y avíos del hombre. La vida nómada, los éxodos estacionales y la vida misma enmarcada en la supervivencia, exigía a nuestros antepasados tanta creatividad como nuestro mercado actual.
Miles de años más tarde, el macuto militar –popular en el siglo XVII– se convirtió en el compañero de los soldados que iban al frente, llevando a la espalada la bolsa de lona con el equipo completo para librar la batalla y portear sus enseres.
En la actualidad, lejos estamos de transportar sobre nuestras espaldas pesadas estructuras recubiertas con telas rústicas y poco atractivas. Hoy, estas estructuras son livianas y se adaptan mucho mejor a nuestra anatomía, disponen de modernos sistemas de suspensión y regulación, y se utilizan materiales sintéticos impermeables y ligeros para que el confort y el diseño acompañen toda la funcionalidad de la mochila.
Por su excelente relación peso/resistencia a la abrasión y desgarro, la poliamida es el material estrella para la fabricación de mochilas. Los grosores utilizados varían según el uso: escolar, urbana, de escalada, senderismo, etc. Muchos modelos son impermeables gracias a un acabado de poliuretano y otros, híper ligeros de media y gran capacidad, emplean tejidos de una fibra de gran resistencia a la abrasión, el Kevlar. En cuanto a otro detalle de fabricación, si lo que nos preocupa es la resistencia de las costuras, podemos escoger un modelo en el que se haya utilizado hilo de poliamida, uno de los más recomendados por su eficacia, y es probable que la mochila nos acompañe durante mucho, mucho tiempo.
Existen tantos modelos como necesidades, por lo tanto hemos de tener en cuenta algunas características generales para realizar una elección correcta y escoger el modelo que más se adapte a nuestras necesidades y preferencias.
Si estamos pensando en no resentirnos la espalda, podemos escoger un modelo que disponga de correas acolchadas en hombros, espalda y cinturón; estas correas suelen estar rellenas con espuma de poliuretano de celdilla cerrada y de diferentes densidades.
Para mayor funcionalidad, los modelos con varios bolsillos exteriores y con fácil acceso al compartimento principal de la mochila permiten equilibrar mejor la carga y repartirla de forma selectiva. Las mochilas, incluso las escolares, suelen llevar bastante carga y es aconsejable escoger un modelo que se adapte al cuerpo de manera tal que facilite una correcta distribución del peso y volumen sobre hombros, espalda y cadera. También existen diferentes tallas para evitar la desproporción entre la altura de la espalda y la de la mochila.
Entre otros avances disponibles, encontramos mochilas con espalda anatómica –reforzada con materiales sintéticos de alta densidad– que permiten la rápida evaporación de la humedad por no estar en contacto directo con el cuerpo, con diferentes sistemas de regulación para la sujeción, y otras características que nos descubren que no todas las mochilas son iguales y existe un modelo que seguramente se ajusta mejor a nuestra anatomía. Algunos fabricantes, por ejemplo, ya han diseñado modelos “lady” teniendo en cuenta que la espalda de la mujer es más corta que la de un hombre, sus caderas más anchas, y que deben disponer de hombreras preformadas para evitar presión o molestias en los pechos.
Para concluir, tras un repaso sobre la evolución de este complemento usado por todos los públicos, no podemos desconocer que, desde el hombre primitivo a la actualidad, la mochila ha sido y es una cuestión de peso para la humanidad.
Archivo: Material Escolar
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